Puede que a muchos no les sorprenda ya esto, pero para cualquier turista es toda una extrañeza. En estos cafés nos atenderán jóvenes chicas con vestidos de sirvienta que atenderán a todas nuestras necesidades, dentro de un límite. En este ambiente cargado de colores pastel, vestidos y volantes podremos degustar postres, cafés, batidos... ¡Comida riquísima! También hacen juegos como el jan-ken-pon (nuestro piedra, papel, tijeras), conjuros mágicos para que la comida esté más rica, se hacen fotos (pagadas) con los clientes que así lo desean... Si queremos visitar uno tendremos que dirigirnos a Akihabara, aunque normalmente tienen cuota de entrada únicamente, avisamos.

Aunque últimamente estamos viendo algún que otro café de gatos en nuestro país ya, de búhos aún nos queda por ver. ¡Estos animales son fascinantes! ¿No os gustaría poder tomaros un café con una lechuza mirándoos? ¡Bueno, va a gusto de cada uno! Cabe decir que están algo estresados porque tienen que estar horas dentro de una habitación con mucha gente que viene y va, así que debemos hacernos a la idea. La entrada suele rondar los 12 euros por hora.

Obligado hacerse un purikura si uno va a Japón. Esta maquinita es un fotomatón, pero no os dejéis engañar: podéis modificar (y debéis) la foto hasta extremos casi ridículos. Una vez hechas las fotos en varias posturas y con varias expresiones puedes pasar a retocarlas añadiéndoles maquillaje, objetos, letras, lazos, orejitas, etc.  Están por todas partes, especialmente en los centros de las ciudades, y no son especialmente caros; tienen a veces hasta edificios dedicados a ellos. ¡Un recuerdo genial!

Edificios enteros dedicados a estas máquinas. Y os preguntaréis, ¿qué son? Pues son una especie de pinball a la japonesa. Es un ambiente algo cargado de humo y de música que te machaca los oídos, todo ideado para gastar, gastar y gastar. Sí, lo habéis adivinado, son máquinas tragaperras. Pero como en Japón no está permitido meter dinero en este tipo de máquinas se cambian los billetes por pequeñas bolitas que son las que se usan para jugar. Esta bolita se introduce en la máquina y se deja que vaya cayendo mientras rebota en unos palitos hasta que finalmente llega abajo del todo. Depende de dónde caiga obtendremos un premio u otro. El problema de los pachinko es que normalmente se convierten en verdaderas adicciones.