Onsen

17:26

 Muchos de vosotros seguro que habéis visto o leído animes y/o mangas donde los personajes principales se daban un buen baño caliente en aguas vaporosas al aire libre o en interior. En un día frío de invierno, ¿a quién no le apetece? Pues bien, en este post hablaremos de estos lugares tan apreciados en la cultura japonesa: los onsen.


Primero de todo, debemos aclarar que hay dos tipos de baños en Japón: los onsen y los sentô. Los primeros son baños termales. Las aguas salen a temperaturas muy altas de forma natural, ya que, como es bien conocido, Japón se encuentra en el Anillo de Fuego del Pacífico, una de las zonas de más alta actividad volcánica del mundo. Gracias a la actividad volcánica, Japón cuenta con muchos “puntos calientes” de donde brotan aguas con temperaturas superiores a 40 grados centígrados. Estas aguas tienen propiedades naturales diversas según la concentración de minerales de cada región. Por eso, se consideran beneficiosas para la salud y, en especial personas mayores y con dolencias, van a esos lugares para mejorar su condición. Por otro lado, los sentô son baños públicos con bañeras a diferentes temperaturas. Dependiendo del tamaño del local, pueden llegar a tener sauna, aunque eso es una incorporación de influencia occidental.

              La acción de bañarse en grupo, junto a miembros de una misma familia, amigos y/o conocidos se volvió una práctica muy común después de la introducción del budismo y el principio del periodo Edo (1603-1868). De hecho, había baños en templos budistas para la gente de a pie y los guerreros tenían los suyos propios en casa. Tanto en la religión budista como en el sintoísmo (conjunto de creencias autóctonas de Japón) se considera muy importante el mantenimiento de la higiene en un sentido místico (del alma) y corporal. Esto quiere decir que se realizaban rituales de purificación, ya fuera mediante incienso, agua u otros elementos. Este proceso de purificación se llama misogi, en el cual el kegare (impureza, polución) se purificaba.

Como cabe esperarse, con el auge del budismo en el periodo Edo hubo un incremento pronunciado del número de baños públicos (sentô). El primer sentô se construyó en Osaka en 1590 y un año más tarde ya había otro en Edo (actual Tokio). Para mediados de la década de 1880m ya había más de 550 sentô en tan solo Tokio. Las causas de la popularidad de estos locales fueron, a parte del factor religioso, de aspecto económico y legislativo. Bañarse en grupo era mucho más barato a nivel de ahorro de energía; además, en esa época estaba calentar los baños en casa por el riesgo de incendio.

El más popular era el estilo zakuroguchi: entrada estrecha para mantener el vapor y el calor, oscuro y vaporoso. La característica de este estilo de baños que puede resultar más sorprendente para los occidentales es que mujeres y hombres se bañaban juntos. Esto puede no sonar tan extraño a día de hoy, pero en la Europa y América de ese siglo era un hecho escandaloso que iba contra la moral cristiana. Por eso, a partir de la Restauración Meiji (1868), cuando Japón abrió sus puertas a las influencias occidentales después de unos 200 años de aislamiento relativo (no tenía contacto con Occidente salvo por los holandeses en el puerto de Dejima, Nagasaki; además, comerciaba con China y otros países vecinos), el número de baños públicos segregados por sexo fue aumentando hasta ser mayoritario en zonas urbanas. También pasaron a ser más higiénicos, ya que había más luz. Gradualmente, como muchos otros aspectos de la vida en Japón, se fue adaptando la experiencia del baño termal a los gustos de los visitantes extranjeros.



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