En Japón se valora mucho la naturaleza y su cambio. Las estaciones tienen una fuerte influencia en la cocina, las actividades, los festivales y tradiciones. En este artículo os vamos a mostrar algunos aspectos típicos de la vida en Japón durante esta época del año.
Naturaleza
La mayor característica de esta estación es el cambio de color de los comúnmente llamados momiji y ginkgo, aunque también están el serbal y el zumaque chino. El momiji (arce japonés palmeado, por la forma de sus hojas), es un árbol de hoja caduca que se tiñe de rojo antes del invierno. El ginkgo es también de hoja caduca, pero adquiere un tono amarillo antes de caérsele las hojas. El cambio de color del momiji y el ginkgo se denomina kôyô (紅葉). La combinación de tonos rojizos y amarillos, junto con los diferentes verdes de los árboles de hoja perenne, forma unos paisajes dignos de admiración y aprecio. Por eso, es costumbre salir a pasear bajo estos árboles y disfrutar de los vívidos colores de la estación (momijigari, 紅葉狩り). Gari viene de la palabra japonesa kari (狩り), que significa cazar, aunque también se usaba en la antigüedad para referirse a recolectar plantas y bayas (kudamono gari). Con el tiempo, el término se llegó a aplicar a la acción de admirar la vegetación.
Hay que tener en cuenta, sin embargo, que Japón es un país que se extiende desde el norte hasta el sur, por lo que las temperaturas varían de una región a otra durante la misma época del año. En zonas de montaña e interior suele llegar antes, puesto que las temperaturas son más frías y menos suaves que en la costa. Como se muestra en el mapa, el fenómeno se puede empezar a ver en Hokkaidô, la isla del norte, a partir del 20 de septiembre. Y no será hasta finales de noviembre en algunas partes de las regiones de Chugoku y Kansai, que los momiji lleguen a su punto de más esplendor. Por este motivo, es altamente recomendable mirar antes cuando tiene lugar en la zona que vamos a visitar. Una vez el kôyô empieza, dura alrededor de un mes hasta que se caen las hojas.
Hay muchos lugares recomendados para ver el fenómeno. En Kioto, por ejemplo, es posible verlos en Arashiyama (Tenryû-ji), Gion (Kôdai-ji) y Kyomizu-dera. En el siguiente link hay un TOP 5 con explicaciones y mapas detallados:
https://travelience.com/blog/best-autumn-foliage-koyo/
Comida
La cocina japonesa tiene mucho en cuenta los alimentos de temporada. Por ese motivo, los ingredientes usuales en otoño son el boniato (satsumaimo), las castañas (kuri), setas matsutake, calabaza (kabocha) y pescados de temporada como variedades de salmón (sake). Algunos platos donde se usan estos alimentos son, por ejemplo, el kuri gohan (arroz con castañas), el kinoko gohan (arroz con setas kinoko) y la tempura de calabaza.
Como dulce o postre, las mandarinas (mikan) y los caquis (kaki) son las estrellas de la estación. En Japón, tal y como se muestra en algunos manga y anime, es bastante típico sentarse en el kotatsu (mesa-brasero eléctrico) y comer mandarinas.
Pero, sin ninguna duda, el momiji es el elemento central que simboliza el otoño. Podemos comer hojas de momiji en tempura en Osaka o los típicos momiji manju de Hiroshima. Los manju son dulces típicos japoneses que están hechos de harina, polvo de arroz y trigo sarraceno y rellenos de anko (pasta de judía roja), boniato, etc. Lo curioso de estos dulces es su forma de hoja de momiji.
Hay otro plato que lleva nombre del árbol, aunque no se aprecie su presencia en la elaboración ni el resultado: el momiji nabe. El momiji nabe es un cocido (nabe) que contiene carne de venado, bardana, setas shiitake, cebollino, konnyaku, tofu y vegetales. Estos ingredientes se cocinan a fuego medio en una olla con caldo de bonito seco y miso. Hayama es famoso por este plato y otros que contienen venado. A pesar de no contener momiji, se le dio este nombre para evitar las restricciones de consumo de carne debido al auge del Budismo durante el periodo Nara.
Shichi-go-san (7-5-3)
El 15 de noviembre las familias con niñas de 3 o 7 años y niños de 5 van al templo con el objetivo de pedir prosperidad y larga salud para sus hijas e hijos, así como dar las gracias por ambas. Esta costumbre es una de las más relevantes en la estación. Aunque se suele llevar a cabo el mismo día 15, en las últimas décadas las familias van un fin de semana antes o después, porque a veces no pueden compaginar este evento con sus vidas laborales.
Los niños, luciendo su hakama (袴), y las niñas, su kimono (着物), se dirigen al templo budista o sintoísta al que la familia acude con más regularidad. Se acostumbra a hacer una ofrenda al templo o recibir una bendición. Los niños recibirán regalos auspiciosos y todos se harán fotos de familia. Entre estos regalos, es muy común el chitose-ame, un caramelo largo semejante a un palo que simboliza la larga vida que espera a los niños (su nombre significa "caramelo de mil años"). Tanto los colores rosa y blanco del dulce como el bambú y los pinos estampados en la bolsa, son símbolos de buena suerte. La bolsa también contiene imágenes de tortugas y grullas, porque son animales que están relacionados con la longevidad.
El origen del shichi-go-san se remonta al periodo Heian (794-1185), pero no fue hasta el periodo Edo que se extendió entre la gente del pueblo. A parte del hecho de que en Japón los números impares indican buena suerte, hay otros motivos por los que el tres, el cinco y el siete son importantes para el desarrollo de los infantes. Primero, a la edad de 3 años, tanto niños como niñas cambiaban el estilo de peinado, de uno muy corto a uno más largo. Esta ceremonia se llama kamioki (髪置き). A los 5 años, los niños ya podían llevar hakama (hakamagi, 袴着), un atuendo tradicional que consiste en pantalones y kimono. Por otro lado, las niñas de 7 años podían lucir su primer obi (obitoki, 帯解き), pieza de vestir alargada que sirve como cinturón para atar el kimono. Estos atuendos son especiales para esta ceremonia en concreto, por lo que tienen precios elevados. Dependiendo de si es niño o niña y de la edad de esta, el valor oscila entre los 180 euros a los 1.800. Por ese motivo, muchas familias están optando por la vía del alquiler recientemente, ya que los precios son más razonables (desde 300 hasta 600 euros).
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